Existen dos formas de enfrentar la crítica de obras latinoamericanas; una abstracta, generalizadora, euro o anglocentrista, falsamente behaviorista que consistía en juzgar a la novela o film a partir de fórmulas o patrones dudosamante universales. La otra crítica, cómplice, encara la obra literaria o artística latinoamericana; que la asume como parte indivisible de una cultura en gestación, la cultura latinoamericana, o, de un modo más restringido, como perteneciente a las culturas particulares, regionales en las que se descompone la gran cultura de los pueblos, una crítica consciente de su papel estimulador, preservador de ese vasto tesoro espiritual que producen los pueblos.

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