Miguel de Santiago, un pintor al borde de la muerte, abraza patéticamente un Cristo, reviviendo los momentos que lo llevaron a su sufrimiento. En un flashback, recuerda una violenta discusión con un cliente insatisfecho, quien despreció su obra. La confrontación es intensa, y ambos sacan sus espadas; pero esto no solo es una lucha de honor, sino también un símbolo del arte que no satisface las expectativas. -
Desesperado, busca consejo espiritual en un cura, quien le entrega un libro religioso, y luego en un convento, donde una imagen desgarradora de Cristo crucificado lo obsesiona. Esa obsesión lo lleva a un proceso creativo enloquecido. En su taller, amarra a un joven modelo desnudo a una cruz, buscando capturar la esencia del sufrimiento de Cristo. A medida que el joven sangra y se retuerce de dolor, el pintor, en un frenesí, no encuentra suficiente agonía en la expresión del modelo. En su desesperación por capturar el intenso dolor, le inflige un violento golpe con la espátula en el costado, provocando un sufrimiento real, mientras sigue pintando frenéticamente. -
El cuadro finalmente terminado, mostrando un Cristo agonizante, es una obra maestra que consume el alma del pintor. Exhausto y embriagado, cae ante su creación. En su lecho de muerte, Miguel de Santiago, abrazado a un Cristo, expira atormentado, encontrando en su arte tanto su mayor logro como su condena. Su vida, marcada por la obsesión de capturar el calvario de Cristo, termina en un sufrimiento, reflejo de aquello que intentó retratar.