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Cuando me toque a mi; Dirigida por: Victor Arregui; Producida por: Isabella Parra,

Por: Colaborador(es): Tipo de material: PelículaPelículaDetalles de publicación: Quito; Cinemateca Nacional, 2008Descripción: 92 minutosTipo de contenido:
  • Ficción
Otra clasificación:
  • DVDER234 / DVDER835.2
Revisión: A este segundo largometraje de Víctor Arregui se lo puede ver como un retrato coral y pesimista de una Quito que hace pensar en la Salta de Lucrecia Martel o en cualquier otra ciudad de América del Sur en parte anclada en el siglo XIX, con los estertores del catolicismo colonial a cuestas, una pequeña burguesía perdida y decadente, y la marginalidad como principal evidencia del fracaso capitalista. Pero las estrategias de la directora de La ciénaga poco tienen que ver con las de Aguirre, quien distribuye primero nuestra atención entre varios personajes para hacerla confluir en sólo uno de ellos y en un espacio por demás simbólico, que al final abarca la ciudad entera. Si para Mallarmé todo acababa en un libro, para este director ecuatoriano todo Quito cabe (o acaba) en una morgue, y por tanto no extraña que el punto de vista del film termine siendo el de un médico forense solitario, escéptico, misántropo, algo impotente y, por momentos, seductoramente patético.
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Tipo de ítem Biblioteca actual Signatura Copia número Estado Fecha de vencimiento Código de barras
Fílmico Fílmico Bib. Cinemateca DVDER234 / DVDER835.2 (Navegar estantería(Abre debajo)) Ej.1 Disponible CN-0215

A este segundo largometraje de Víctor Arregui se lo puede ver como un retrato coral y pesimista de una Quito que hace pensar en la Salta de Lucrecia Martel o en cualquier otra ciudad de América del Sur en parte anclada en el siglo XIX, con los estertores del catolicismo colonial a cuestas, una pequeña burguesía perdida y decadente, y la marginalidad como principal evidencia del fracaso capitalista. Pero las estrategias de la directora de La ciénaga poco tienen que ver con las de Aguirre, quien distribuye primero nuestra atención entre varios personajes para hacerla confluir en sólo uno de ellos y en un espacio por demás simbólico, que al final abarca la ciudad entera. Si para Mallarmé todo acababa en un libro, para este director ecuatoriano todo Quito cabe (o acaba) en una morgue, y por tanto no extraña que el punto de vista del film termine siendo el de un médico forense solitario, escéptico, misántropo, algo impotente y, por momentos, seductoramente patético.

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